jueves, 28 de enero de 2010

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Y crees que el amor lo es todo, entregas todo, haces de tu primer encuentro amoroso una escena digna de película romántica de esas sufridas donde el amor triunfa sobre todas las cosas. Crees que tu vida puede ser como "The Notebook", que tendrás un Noah y tú eres la versión hispana de Rachel McAdams. Planeas correr bajo la lluvia y luego abalanzarte sobre sus brazos empapados para después remar por un río. Y claro, la primera vez que lo miras crees y te haces creer que es el amor de tu vida, piensas que su sonrisa puede iluminar tu vida y sus palabras hacerte volar de tal manera que no escuchas nada más. Pero cierto día, mientras vuelas en tu nube construida por ti, esta comienza a dispersarse y no es tan esponjosa como antes, las fibras se separan y se abre un enorme agujero en el centro, caes, desde el cielo caes al asfalto y duele. Ves tú caída en cámara lenta una y otra vez y no puedes hacer nada porque la gravedad te lleva automáticamente al suelo. Te quejas porque te duele y cuando creías que nada podía ser peor, un coche se acerca a toda velocidad. Solo queda reaccionar rápido y levantarte para no ser atropellada, salir de una vez por todas de esa relación para evitar daños mayores y permanentes. Aunque después de tal caída solo quieres quedarte tirada en el suelo a causa de la pena por la decepción que has sufrido, pero solo tienes dos opciones: quedarte tirada en el cemento para llorar hasta que se sequen tus ojos y esperar que tus amigos te rescaten de esta pesadilla, o levantarte rápidamente para evitar que el coche te atropelle y llorar cuando llegues a tu casa, en tu propia cama. Yo no sé que alternativa tomé, aún no lo sé.

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